Por Redacción Costa Rica Mayor
San José, 9 octubre de 2025
Un reciente análisis internacional, divulgado por The Guardian, advierte que la contaminación del aire incrementa de forma significativa el riesgo de fragilidad en personas de 50 años o más. El estudio, considerado la revisión más completa hasta la fecha sobre envejecimiento y contaminación, refuerza la necesidad de políticas ambientales con enfoque de salud pública que protejan especialmente a quienes envejecen.
¿Qué halló el estudio?
El análisis recopiló datos de investigaciones realizadas en 11 países, que relacionan la exposición a partículas finas (PM2.5) —producidas por el tránsito vehicular, la industria y los combustibles domésticos— con un deterioro progresivo en la salud funcional y la capacidad de resiliencia física.
En varios estudios revisados, los hombres mostraron mayor vulnerabilidad a la contaminación que las mujeres, lo que sugiere diferencias biológicas y de exposición ambiental.
Además, los investigadores descubrieron que respirar humo de tabaco de manera pasiva aumenta el riesgo de fragilidad en un 60 %, mientras que el uso de leña o carbón para cocinar o calentar el hogar representa un riesgo adicional, aunque menor.
En el Reino Unido, los expertos estiman que entre 10 % y 20 % de los casos de fragilidad podrían atribuirse directamente a la contaminación del aire ambiente. Estos hallazgos evidencian que el impacto del aire contaminado va mucho más allá de los pulmones: afecta músculos, huesos, movilidad y equilibrio, factores claves para la autonomía en la vejez.
Una condición prevenible y reversible
Una de las conclusiones más esperanzadoras del estudio es que la fragilidad no es inevitable: puede prevenirse o incluso revertirse mediante intervenciones tempranas, actividad física regular, alimentación balanceada y políticas que reduzcan la contaminación.
En ese sentido, los investigadores recomiendan crear entornos libres de humo, fomentar el uso de energías limpias en los hogares y promover ciudades con menos emisiones y más espacios verdes. Estas medidas no solo benefician a las personas mayores, sino a toda la población.
Implicaciones para Costa Rica y sus adultos mayores
Riesgo latente para una población envejecida
En Costa Rica, donde la población mayor de 50 años crece aceleradamente, este hallazgo internacional sugiere un riesgo silencioso: muchas personas podrían estar desarrollando pérdida funcional o fragilidad asociada al aire que respiran, sin reconocer su origen ambiental.
La fragilidad tiene efectos directos sobre la autonomía, la movilidad, la salud mental y la calidad de vida. La exposición crónica a contaminantes puede acelerar el envejecimiento fisiológico y aumentar la dependencia en etapas tempranas de la vejez.
Urgencia de políticas ambientales con enfoque gerontológico
Para que esta evidencia global tenga impacto local, Costa Rica necesita integrar la salud ambiental en sus políticas de envejecimiento. Algunas acciones clave son:
- Monitorear con mayor precisión los contaminantes atmosféricos, especialmente en zonas urbanas de alta densidad como San José, Cartago y Alajuela.
- Reforzar la regulación de emisiones de transporte y actividades industriales, priorizando las áreas donde viven más personas mayores.
- Incentivar el uso de combustibles limpios en hogares rurales, sustituyendo la leña o el carbón por gas, electricidad o biocombustibles.
- Implementar campañas de salud preventiva, informando cómo reducir la exposición a la contaminación (por ejemplo, evitar caminar junto a avenidas congestionadas en horas pico).
- Rediseñar espacios urbanos con árboles, zonas de sombra, transporte público sostenible y calles accesibles para promover la movilidad activa y segura de los adultos mayores.
Estas medidas son coherentes con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), particularmente el ODS 3: Salud y bienestar y el ODS 11: Ciudades sostenibles y comunidades saludables.
Un llamado a las instituciones de salud y envejecimiento
Las entidades de salud y servicios sociales, como la CCSS, el CONAPAM y los gobiernos locales, deberían incorporar la variable ambiental en las evaluaciones médicas de las personas mayores.
En la práctica, esto significa que al atender a un adulto mayor con debilidad muscular, fatiga o pérdida funcional acelerada, se evalúe también su exposición al aire contaminado. La intervención podría incluir, además de fisioterapia, orientación sobre ventilación del hogar, purificadores de aire y rutas de caminata seguras.
La fragilidad como indicador de desigualdad ambiental
El estudio citado por The Guardian también subraya una realidad preocupante: la fragilidad por contaminación del aire refleja desigualdades sociales. Las personas con menos recursos tienden a vivir en zonas más contaminadas y a depender de combustibles domésticos más tóxicos.
Así, el deterioro funcional no solo responde al paso del tiempo, sino a años de exposición desigual a un entorno ambiental desfavorable.
“La fragilidad no es un destino inevitable; puede prevenirse y revertirse con ambientes más limpios, vida saludable y políticas decididas.”
— Costa Rica Mayor
Envejecimiento y aire limpio: una nueva mirada
En Costa Rica Mayor creemos que la salud ambiental es parte de la salud pública y que las políticas de envejecimiento no pueden diseñarse aisladas del entorno ecológico.
Una vejez digna requiere aire limpio, barrios caminables, servicios accesibles y una visión integrada de salud, ambiente y derechos humanos.
El aire que respiramos hoy condiciona el envejecimiento de mañana. Por eso, proteger el ambiente es también proteger la autonomía y la dignidad de quienes envejecen.