Por: Eduardo Méndez, Director de Costa Rica Mayor | 26 de septiembre de 2025
La hermana Norma Allen Brown de 66 años —primera religiosa afrodescendiente costarricense— nos comparte su testimonio de vida, fe y envejecimiento. Tras décadas de servicio en Uganda como Misionera Comboniana – una comunidad religiosa internacional – , reflexiona sobre cómo se transforma la misión con los años, el sentido de la vejez en la espiritualidad y el poder de la oración como camino de plenitud.
Envejecer en comunidad: “La entrega no se termina, se transforma”
Norma lo dice sin dudar: “La entrega no se termina, se transforma.” En la vida religiosa, envejecer no significa retirarse. Significa dar desde otro lugar, con más sabiduría, con más profundidad.
Tras años de servicio misionero, la hermana Norma vive hoy en Costa Rica en una comunidad de religiosas combonianas, donde conviven hermanas de varios países. Ahí, la rutina cambia: hay más oración, más contemplación, más acompañamiento a través de la escucha. Pero el espíritu sigue vibrando: “Sigo levantándome a las 3:45 a.m. para rezar. A través de los Apóstoles del Escucha – un grupo pastoral en Granadilla de Curridabat-, oramos por y ayudamos a más de 200 familias cada día. Es un servicio silencioso, pero poderoso.”
Una vida de fe que no se jubila: “La vejez tiene todo el sentido de la vida”
Cuando se le pregunta qué sentido tiene la vejez después de haber entregado la vida al prójimo, Norma responde con claridad: “Tiene todo el sentido del mundo.” Para ella, la vejez no es un punto final, sino una etapa donde el servicio se vuelve más hondo. Donde la palabra tiene más peso. Donde se acompaña desde la experiencia.
Cita el Salmo: “La vejez seguirá dando fruto.” Y desde esa certeza, invita a las personas mayores a seguir aportando, no desde el agotamiento, sino desde la madurez del alma: “Podemos ser bendición para otros: en sabiduría, en aliento, en consejo. No se trata solo de cuidar nietos, sino también de cuidar nuestra propia alma y nuestro propósito.”
Familia espiritual y cultura de envejecimiento: desafíos y regalos
Norma reconoce que estar lejos de su familia biológica fue un reto. “Mi familia viene de raíces católicas afrodescendientes. Mi abuelo tuvo 37 hijos, somos una familia grande”, cuenta entre sonrisas. Pero en la vida religiosa encontró otra forma de familia: una comunidad espiritual que sostiene, escucha y abraza.
La diversidad cultural fue una fuente profunda de aprendizaje para la hermana Norma. En Uganda, por ejemplo, descubrió una manera distinta —y profundamente respetuosa— de comprender la muerte como parte del ciclo natural de la vida. Recuerda una experiencia con la comunidad Karamojong, en la que, ante la inminente partida de una persona mayor, sus allegados le expresaban con amor: “Comiste de la tierra, ahora volverás a ella.” En esa cosmovisión, el cuerpo retorna a la naturaleza y continúa dando vida. Al intentar aplicar sus propias costumbres funerarias, fue amorosamente corregida por los ancianos del lugar, quienes le mostraron que toda forma de vida —incluidos los animales— cumple un rol en ese equilibrio. “Aquello me abrió los ojos”, recuerda. “Aprendí que morir también es una manera de seguir entregándose.
Un mensaje a quienes buscan propósito en la vejez: “Aprender a envejecer”
Norma ofrece una enseñanza clara: “Hay que aprender a envejecer.” No se trata solo de cumplir años, sino de vivirlos con conciencia. Reivindica el derecho a tener espacios propios, a no disolverse solo en las tareas de los demás, y a seguir cultivando lo que da alegría.
“La oración, el arte, lo manual, lo cotidiano… todo puede ser espiritualidad si se vive con intención”, dice. También invita a los adultos mayores a verse como fuente: “Debemos ser bendición para los demás. Dar y darnos. No solo esperar qué me dan, sino también preguntarme qué puedo ofrecer.”
Y cierra con una visión luminosa sobre la muerte: “No hay que tenerle miedo. Es nuestra amiga. El privilegio de quien envejece es poder prepararse. Morir bien también es parte de vivir bien.”
Costa Rica y la espiritualidad del envejecimiento
En un país que envejece rápidamente, el testimonio de Norma Allen Brown es una invitación a replantear el lugar espiritual de la vejez. ¿Estamos formando adultos mayores que puedan orar, acompañar, guiar, trascender? ¿O los estamos dejando a la orilla del camino?
La hermana Norma nos recuerda que envejecer con sentido es posible. Y que desde la oración, el servicio y el amor, la vejez puede ser un tiempo fecundo. Porque, como ella dice: “Mientras vivamos, seguimos dando. Hasta la última gota.”