Por: Msc. Germán Salas M. Correo: gersalma@yahoo.com
Hoy, 15 de septiembre, la Patria no solo celebraba 204 años de independencia; también esperaba, como todos los costarricenses, un gesto de unidad y presencia de quienes están llamados a guiarla. Sin embargo, la escena en el Monumento Nacional fue elocuente en su silencio: ni el Presidente de la República, ni los 57 diputados, ni los magistrados del Poder Judicial, ni los del Tribunal Supremo de Elecciones estuvieron ahí.
La Municipalidad de San José cursó las invitaciones. La ocasión no era un evento social ni una cita protocolaria cualquiera. Se trataba del día más grande de nuestra vida republicana, la fecha en que los costarricenses recordamos que somos libres y dueños de nuestro destino. Y, sin embargo, los jerarcas de la República parecieron reducirlo a un simple feriado.
El mensaje es preocupante. A las puertas de un proceso electoral que exigirá confianza, madurez y compromiso, los líderes enviaron la señal opuesta. Indiferencia, ausencia y, en cierto modo, abandono. La democracia se alimenta de símbolos, y uno de ellos es la presencia activa de las autoridades en los actos que celebran nuestra independencia. No se trata de un gesto vacío; se trata de la reafirmación visible de que quienes gobiernan honran la historia que les confió esa responsabilidad.
Costa Rica ha resistido embates más duros que la apatía de sus líderes, y el pueblo siempre ha sabido levantar la frente, como lo canta nuestro Himno al 15 de setiembre. Pero corresponde a los jerarcas rectificar y explicar el por qué de su ausencia. La Patria no puede sentirse huérfana, mucho menos en el umbral de una elección presidencial. No pedimos discursos grandilocuentes ni despliegues excesivos, pedimos simplemente presencia, respeto y compromiso.
El pueblo estuvo en las calles, en las antorchas, en las escuelas y en los desfiles. Los líderes, en cambio, se ausentaron. Que quede la lección: la legitimidad no se gana solo en las urnas, también se forja en los símbolos. Y en el día más grande de la Patria, esos símbolos quedaron vacíos.
Aun así, la luz de Costa Rica brilló en los verdaderos protagonistas de la celebración: los niños y adolescentes que, junto a sus padres y maestros, llenaron de cantos, banderas y colores patrios los centros de los 84 cantones. A ellos, guardianes inocentes y entusiastas de nuestra libertad, corresponde la felicitación más sincera. Porque mientras los jerarcas fallaron, ellos hicieron presente a la Patria con alegría, entrega y esperanza.