Por: Eduardo Méndez, Máster en Gerencia Social. Especialista en envejecimiento y vejez
15 de mayo, 2025
Costa Rica está viviendo una transformación silenciosa, pero profunda: el envejecimiento de su población. Lo que por décadas fue visto como una “alerta demográfica”, hoy empieza a percibirse también como una oportunidad para repensar el modelo económico nacional desde una mirada intergeneracional, inclusiva y sostenible.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), en 1975 el país contaba con poco más de 78.000 personas mayores de 65 años. Para 2025, esa cifra ya supera las 605.000 personas, y las proyecciones indican que para el año 2050 alcanzará 1.344.219. Eso significa que dos de cada cinco costarricenses serán adultos mayores.
Este cambio demográfico plantea desafíos, sin duda: menor población joven disponible para integrarse al mercado laboral, presión sobre el sistema de pensiones, aumento en la demanda de servicios de salud, y un rediseño necesario del sistema educativo. Pero también plantea una de las mayores oportunidades de desarrollo económico para el país: la activación de la economía plateada.
La economía plateada es el conjunto de bienes, servicios, empleos y emprendimientos orientados a atender las necesidades, deseos y aspiraciones de las personas mayores de 50 años. Lejos de ser un sector marginal, es uno de los motores económicos emergentes más prometedores del siglo XXI.
A medida que la pirámide poblacional se invierte, también lo hace el comportamiento del consumo. La demanda de productos tradicionales para la infancia irá en descenso, mientras se consolidará el mercado de bienes y servicios enfocados en salud preventiva, movilidad, vivienda accesible, turismo adaptado, tecnologías asistivas, cultura, recreación, seguridad jurídica, servicios financieros amigables y acompañamiento digital para personas mayores.
En este nuevo contexto, repensar la educación también será clave. No solo por la reducción en la matrícula infantil y universitaria, sino porque la longevidad obliga a considerar el aprendizaje permanente, la actualización profesional de personas mayores activas y la capacitación de nuevas generaciones para trabajar en sectores vinculados al envejecimiento: cuidados, gerontología, arquitectura universal, diseño inclusivo, entre otros.
El envejecimiento no es exclusivo de Costa Rica. El mundo entero está reconfigurando sus políticas públicas frente a esta realidad: países promueven el emprendimiento sénior, fomentan la inmigración, extienden la vida laboral activa o ajustan sus sistemas de protección social para evitar el colapso.
En lugar de ver el envejecimiento como una carga, Costa Rica tiene la oportunidad de liderar la transformación hacia una sociedad para todas las edades, donde la economía se reinvente con justicia, sostenibilidad e innovación, colocando en el centro a quienes han construido el país y que ahora pueden seguir aportando desde nuevos espacios y roles.
Porque en cada persona adulta mayor hay un universo de experiencias, saberes, capacidades y posibilidades económicas aún por activar. Y en esa activación está también la sostenibilidad del futuro que todos compartimos.