Por: Redacción Costa Rica Mayor.
San José, 6 de agosto de 2025. El futuro del envejecimiento no está entre paredes institucionales, sino en los hogares y comunidades. Cada vez más evidencia señala que la atención domiciliaria, sostenida por redes comunitarias activas y tecnologías accesibles, no solo es una alternativa viable, sino el modelo más humano, sostenible y eficaz para acompañar el envejecimiento.
Este nuevo enfoque —llamado internacionalmente aging in place— parte de una premisa clara: las personas mayores tienen derecho a permanecer en sus hogares, vinculadas a su entorno cotidiano, si así lo desean, recibiendo el apoyo necesario para mantener su bienestar físico, emocional y social. En este modelo, el hogar no es un lugar de confinamiento, sino el punto de partida de una vejez activa, integrada y acompañada.
Más allá del cuidado físico: el valor de envejecer con sentido
Envejecer en casa no implica hacerlo en aislamiento. Para que este modelo funcione, se requieren estructuras comunitarias sólidas que promuevan el autocuidado, el acceso a servicios y la participación significativa de las personas mayores en la vida colectiva. En Costa Rica, esto ya ocurre —aunque de manera desigual— gracias al trabajo de diversos actores sociales:
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Centros diurnos, que ofrecen atención integral durante el día, con servicios de alimentación, terapia física, actividades recreativas y talleres de estimulación cognitiva.
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Casas del adulto mayor, que brindan espacios para la socialización, educación continua y construcción de redes afectivas.
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Grupos parroquiales y de iglesias, que promueven no solo la dimensión espiritual, sino también la organización comunitaria y la solidaridad intergeneracional.
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Asociaciones de desarrollo y grupos comunales, que crean iniciativas de acompañamiento, visitas solidarias y proyectos productivos adaptados.
- Universidades, que ofrecen programas educativos especializados en personas adultas mayores.
Estos espacios no solo alivian la carga sobre las familias y los servicios institucionales, sino que también empoderan a las personas mayores como protagonistas de su propio envejecimiento. Les permiten mantenerse activas, tomar decisiones sobre su salud y entorno, y continuar aportando al tejido social con su experiencia, conocimiento y compromiso.
La tecnología como aliada, no como sustituta
La atención domiciliaria en el siglo XXI no se limita a visitas médicas ocasionales. El avance tecnológico permite implementar herramientas accesibles y seguras para facilitar el monitoreo de la salud, la gestión de medicamentos, la comunicación con redes de apoyo y la respuesta ante emergencias. Desde sensores de movimiento hasta plataformas de telemedicina, estas soluciones fortalecen el autocuidado y reducen la necesidad de hospitalizaciones o institucionalización prematura.
No obstante, para que estas tecnologías sean efectivas en Costa Rica, deben ir acompañadas de alfabetización digital para las personas mayores, subsidios públicos para acceso a equipos básicos y conexión a internet, y formación para cuidadores y profesionales de salud en el uso de estos sistemas.
Envejecimiento, comunidad y justicia social
El enfoque comunitario de la atención no es solo una opción técnica, es un acto de justicia social. Implica reconocer que el bienestar en la vejez no depende solo de condiciones biológicas, sino de factores estructurales como la vivienda, el transporte, la alimentación, la participación ciudadana y la seguridad afectiva. El modelo de cuidado centrado en el hogar y la comunidad responde directamente a los principios de la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, que Costa Rica ha ratificado.
Implementar este modelo implica repensar el presupuesto social, las prioridades institucionales y el diseño de las ciudades. Pero, sobre todo, exige un cambio cultural: dejar de ver la vejez como una carga y empezar a valorarla como una etapa vital, activa y con potencial.
El envejecimiento en casa, con apoyos comunitarios y tecnologías adecuadas, no es una utopía. Es un derecho y una necesidad para enfrentar el envejecimiento demográfico de forma sostenible, solidaria y humana. Costa Rica tiene los insumos: redes locales, experiencia acumulada, políticas en marcha. Lo que falta es voluntad política y compromiso multisectorial para hacer de este modelo la norma y no la excepción.
Porque envejecer en casa, con dignidad y acompañado por la comunidad, no debe ser un privilegio: debe ser la garantía de un país que honra a sus mayores.