San José, Costa Rica, 01 de Diciembre del 2025 — Cualquier persona puede contraer el VIH, incluso una persona mayor. El VIH en personas adultas mayores está dejando de ser un tema marginal y se está convirtiendo en un desafío silencioso para la salud pública del país. Aunque históricamente esta infección se ha asociado a personas jóvenes, los datos más recientes muestran que el envejecimiento de la población y los avances en la terapia antirretroviral han transformado el panorama: hoy, cada vez más costarricenses de 50 años y más viven con VIH o enfrentan un diagnóstico tardío.
El Ministerio de Salud ha informado que en Costa Rica se registraron 816 nuevos casos de VIH en 2023, con predominio en edades jóvenes; sin embargo, especialistas advierten que esta estadística oculta una parte creciente de la realidad. La información oficial no desagrega de manera sistemática cuántas de estas personas tienen más de 50 años, lo que dificulta dimensionar la magnitud del problema en esta población. Investigaciones regionales de la OPS y centros latinoamericanos de salud pública estiman que alrededor del 20% de las personas que viven con VIH en América Latina tiene 50 años o más, una tendencia que Costa Rica comparte, aunque carezca de cifras propias consolidadas.
El envejecimiento con VIH presenta características clínicas específicas: mayor vulnerabilidad a enfermedades cardiovasculares, deterioro cognitivo, fragilidad física y multimorbilidad. A esto se suma un factor crítico: el diagnóstico suele ser tardío. Muchos adultos mayores no son considerados por el personal de salud como población en riesgo, lo que retrasa las pruebas y aumenta el impacto del virus en el organismo. Según fonoaudiólogos, geriatras, infectólogos y organizaciones comunitarias, este sesgo etario afecta la detección oportuna y limita las estrategias de prevención.
El estigma también adquiere una dimensión particular en la vejez. Don Javier, nombre ficticio para proteger la identidad de un hombre de 69 años diagnosticado con VIH hace cuatro años, recuerda que nunca pensó que recibiría ese resultado. “Siempre creí que eso era cosa de jóvenes. Cuando me lo dijeron, sentí que mi vida se había terminado. Me dio vergüenza contarlo y me aislé de mis amigos”, relata. Su diagnóstico llegó tarde, cuando ya presentaba complicaciones cardiometabólicas. Hoy recibe tratamiento antirretroviral y ha recuperado su calidad de vida, pero insiste en que falta más información adaptada a personas mayores. “Si a mí me hubieran hablado claro, si me hubieran dicho que uno también puede contagiarse después de los 60, tal vez me habría hecho la prueba antes.”
La ausencia de campañas dirigidas a adultos mayores y el escaso abordaje de la sexualidad en la vejez contribuyen a que este grupo quede fuera de los programas preventivos. Organizaciones de derechos humanos, expertos en gerontología y profesionales de la salud coinciden en la necesidad urgente de incluir a las personas mayores en las estrategias nacionales de educación sexual, tamizaje y prevención combinada, especialmente en un país donde la población de 65 años y más aumentará de manera acelerada en los próximos años.
El VIH en la vejez no solo es un asunto de salud física; es un tema de derechos humanos, autonomía y acceso equitativo a la información. Para enfrentar esta realidad, Costa Rica necesita estadísticas desagregadas, protocolos de detección oportunos, capacitación del personal sanitario y campañas sin prejuicios que incluyan explícitamente a quienes superan los 50 años. La evidencia internacional es clara: las personas adultas mayores también viven con VIH, y muchas lo enfrentan en silencio por miedo, desconocimiento o estigma.
Mientras el país avanza hacia una sociedad más longeva, entender el VIH como parte del envejecimiento es fundamental para garantizar dignidad, prevención y atención integral. Don Javier lo resume con una frase que interpela a todos: “La edad no nos protege. La información sí.”






