Por: Cristina Blanco Brenes, Gerontóloga y Trabajadora Social
Cuidar de quien alguna vez cuidó de nosotros es un real acto de amor, pero también un gran desafío cotidiano que viene acompañado de exigencias tanto físicas, emocionales, así como sociales.
El envejecimiento de la población muchas veces trae consigo un fenómeno que va en crecimiento, que viene a ser el aumento de personas cuidadoras informales, que en su mayoría son familiares de las personas dependientes las que asumen el rol de cuidado de los adultos mayores. Este rol, que suele surgir por necesidad más que por elección y conlleva una serie de retos que impactan profundamente en la vida de quien lo ejerce principalmente.
Dentro de los retos que viven las personas cuidadoras de personas adultas mayores dependientes mencionaré algunos con los que me he encontrado en las familias a las que he asesorado en el proceso de cuido de su ser querido, pero que sin duda también forman parte de los retos que viven muchas familias y personas cuidadoras. Les comparto:
Sobrecarga física y emocional: Las personas cuidadoras, al desempeñarse en este rol por tiempo prolongado, pueden llegar a experimentan altos niveles de estrés, episodios de ansiedad, agotamiento físico e incluso depresión. Esto puede agravarse cuando la persona adulta mayor a la que asisten presenta enfermedades como Alzheimer, Parkinson o presentan movilidad reducida, ya que se requiere de una atención constante y especializada. La rutina diaria demanda mayores esfuerzos por ejemplo movilizar, bañar, alimentar, dar medicación y acompañar emocionalmente, entre otros, lo que muchas veces reduce la calidad de vida de la persona cuidador a un rol único y absorbente.
Aislamiento social: Los casos en donde las personas cuidadoras reducen drásticamente sus actividades sociales y profesionales es un tema de día a día. Las salidas a diferentes lugares, las relaciones amistosas, el tiempo libre y, en ocasiones, el empleo formal, se ven limitados o disminuidos al punto de ser nulos. Provocando aislamiento que puede generar una sensación de invisibilidad y desamparo, especialmente cuando no se cuenta con redes de apoyo o comprensión del entorno.
Impacto económico: El cuidado de un adulto mayor dependiente conlleva gastos considerables en medicamentos, equipos médicos, transporte, artículos de cuidado personal, pañales o adecuación del hogar. En los casos en que la persona cuidadora deja su empleo o reduce su jornada laboral, la presión económica se intensifica, afectando la calidad de vida del núcleo familiar, pero particularmente del cuidador principal.
Falta de reconocimiento y apoyo institucional: El rol de cuidador informal no es plenamente reconocido por las políticas públicas. Esto se traduce en una carencia de servicios como por ejemplo la posibilidad de que pueda tener acceso a un día de respiro, apoyo psicológico, formación específica y prestaciones económicas o ayudas. La invisibilidad institucional contribuye a que los cuidadores se sientan solos y poco valorados, a pesar de la importancia crítica de su labor en el sostenimiento de los sistemas de salud y bienestar social. En nuestro país se han realizado esfuerzos en la elaboración de políticas públicas como lo son La Política de los Cuidados 2021 – 2031, que si bien es cierto ha llegado a respaldar a una población invisibilizada, aún se requiere de mayores esfuerzos y de consolidar lo que en el papel ya se tiene.
Desgaste personal y pérdida de identidad: Asumir el rol de cuidador o cuidadora a tiempo completo, puede hacer que la persona olvide su propio proyecto de vida. Muchas veces, sus sueños, metas personales, tiempo para sí mismos e incluso su salud son relegados. El riesgo de perder la identidad más allá del cuidado es alto, sobre todo cuando no se establecen límites ni se cuenta con ayuda externa, e incluso dentro del propio núcleo familiar.
¿Qué se puede hacer?
- Políticas públicas efectivas: en donde se desarrollen programas integrales que ofrezcan formación, apoyo económico y servicios de respiro para las personas cuidadoras. Con mayor impacto en esta población.
- Redes de apoyo comunitario: Las asociaciones de vecinos, ONGs y centros de salud pueden llegar a jugar un papel importantísimo y clave en el acompañamiento emocional y práctico a la población de personas cuidadoras.
- Corresponsabilidad familiar: Compartir el cuidado entre varios miembros de la familia ayuda a reducir la carga sobre una sola persona.
- Autocuidado del cuidador: Promover el descanso, la salud mental y la vida social de la persona cuidadora no es un lujo, sino una necesidad. Crear conciencia en la población de personas cuidadoras en la atención y el cuidado de sí mismas es fundamental.
Ser cuidador o cuidadora de un adulto mayor dependiente es una de las tareas más generosas que existen, pero también una de las más invisibilizadas incluso dentro del propio núcleo familiar. El rol de cuido requiere de fortaleza, empatía y paciencia, pero no debería implicar un sacrificio personal absoluto. Reconocer, valorar y apoyar a quienes cuidan es un deber colectivo. Cuidar a quien cuida en última instancia es cuidar de toda la sociedad. Mi total admiración para las personas cuidadoras, por siempre.