Por: Eduardo Méndez, director Costa Rica Mayor
El envejecimiento activo no es un concepto abstracto, sino una realidad que puede transformar vidas y comunidades. En Costa Rica, una de las voces más representativas de este modelo es Cristina Vargas, de 76 años, quien ha dedicado los últimos años a demostrar que la vejez puede vivirse con propósito, aprendizaje y servicio a los demás.
“Ha sido una gran oportunidad, solo Dios me la ha dado desde que me pensioné. Los temas de estimulación cognitiva me atraparon, y fui creciendo hasta tener la agenda llena con grupos donde aporto mis conocimientos”, recuerda doña Cristina. Su historia personal está marcada por una experiencia dolorosa: la sospecha de que su madre pudo haber tenido Alzheimer sin ser diagnosticada a tiempo. Ese episodio la motivó a capacitarse y a trabajar incansablemente para que otros adultos mayores reconozcan la importancia de la estimulación cognitiva y la prevención de demencias.
Su recorrido inició como voluntaria en AGECO y en el Centro Diurno de Tejar, donde fue fundadora de la una clínica de memoria, un proyecto pionero que aún hoy sigue mostrando resultados positivos. Posteriormente, en 2017, decidió ampliar sus horizontes y llevar su conocimiento a comunidades de Cartago, Los Santos y Santo Domingo de Heredia. Allí organizó grupos de estimulación cognitiva. Hoy colabora activamente en 8 grupos.
La llegada de la pandemia no detuvo su labor. Por el contrario, Cristina se adaptó al entorno digital y abrió ocho grupos virtuales por medio de la plaforma Zoom, lo que le permitió llegar a más personas. A la par, continuó capacitándose con cursos internacionales, especialmente en España, y hoy forma parte del proyecto de investigación FINGERS en la Clínica Bíblica, que busca nuevas estrategias para prevenir la demencia.
Para ella, el envejecimiento activo significa mantenerse en movimiento, en constante aprendizaje y conectado con los demás. “Francamente no he sentido el envejecer, aunque tengo varias patologías. Lo importante es mantenerse activo y no quedarse con lo que aprendemos: hay que replicarlo en nuestras familias y comunidades”, afirma.
Su trabajo como voluntaria refleja el impacto que puede tener un adulto mayor comprometido con su comunidad. Desde dinámicas de memoria y lenguaje hasta actividades recreativas, Cristina asegura que la estimulación cognitiva no solo fortalece la mente, sino que también genera alegría, motivación y esperanza en quienes participan.
En su visión, el envejecimiento activo también está ligado al liderazgo y la participación comunitaria: “Aunque tengamos 80 o 90 años, aún podemos aprender y trabajar por otros. Hoy somos muchos adultos mayores, y vamos a ser más. No estamos para ausentarnos de este mundo, todavía falta mucho por hacer”.
Ese mismo espíritu lo proyecta hacia las nuevas generaciones. Cristina envía un mensaje claro: “Que estudien, que se respeten, que cuiden su cuerpo y su cerebro, que sean curiosos y se preparen para trabajar con la inteligencia artificial. No deben atenerse al Estado ni a la familia: cada uno tiene que forjar su futuro”.
Al preguntársele qué significa envejecer activamente en una sola palabra, no duda: “Ser feliz. Es realizarse”.
Hoy, Cristina Vargas vive sola en Santo Domingo de Heredia, pero se siente plena. Su día a día transcurre entre la preparación de talleres, el acompañamiento a grupos y la búsqueda constante de nuevos aprendizajes. Para ella, la vejez no es sinónimo de pasividad, sino de oportunidad. “La vejez hay que vivirla y disfrutarla. Muchos se quedan viendo pasar la vida, y eso es triste. Yo prefiero disfrutarla ayudando a los demás y aprendiendo siempre algo nuevo”.