Por Eduardo Méndez, Máster en Gerencia Social. Especialista en envejecimiento y vejez. Director de Costa Rica Mayor
En Costa Rica, donde el envejecimiento poblacional ya es una realidad demográfica, seguimos usando palabras que huelen a pasado, que arrastran connotaciones de fragilidad, dependencia e incluso lástima. Escuchamos y leemos a diario frases como “abuelitos abandonados”, “ancianitos olvidados” o “viejitos en asilos”, expresiones que, lejos de ser inofensivas, reflejan una mirada reduccionista sobre la vejez.
Como sociedad y, sobre todo, en el eco que producen lo medios de comunicación, debemos preguntarnos: ¿cómo estamos nombrando a quienes envejecen? ¿Y qué impacto tiene eso en su dignidad y en el ejercicio pleno de sus derechos?
No todos son abuelos, pero sí todas son personas
Desde la gerontología, la disciplina que estudia el envejecimiento desde una perspectiva integral, se nos ha enseñado que la forma en que hablamos construye imaginarios colectivos. Llamar abuelito a alguien que no lo es, reduce su identidad a un rol familiar. Usar el diminutivo viejito puede parecer tierno, pero con frecuencia infantiliza y borra la trayectoria de vida de quien ha construido país durante décadas.
El término correcto no es un tecnicismo: es una postura ética. Decimos persona adulta mayor no por moda o corrección política, sino porque es un reconocimiento básico de sujeto de derechos y no de carencias.
El lenguaje también es un derecho
La Convención Interamericana sobre los Derechos Humanos de las Personas Mayores, firmada por Costa Rica, establece con claridad que las personas mayores tienen derecho a ser tratadas con respeto, igualdad y sin discriminación por edad.
Eso incluye también el lenguaje.
El uso de términos que reflejan prejuicios, paternalismo o desprecio —aunque sea disfrazado de afecto— reproduce el edadismo: esa forma silenciosa pero persistente de discriminación por edad que va minando la autoestima, la participación y el acceso a oportunidades.
El papel (y la deuda) de los medios de comunicación
Los medios no solo informan: forman opinión, cultura, hábitos, lenguaje. Y cuando lo hacen sin una perspectiva gerontológica o de derechos humanos, terminan reforzando estigmas que perjudican a millones de personas.
Un titular como:
- ❌ “Viejita fue rescatada de su casa en ruinas”
debe ser reemplazado por:
- ✅ “Persona adulta mayor denuncia situación de vulnerabilidad”
Porque no se trata de suavizar la realidad, sino de nombrarla con respeto.
Los medios deben adoptar guías de estilo ético para hablar de la vejez, así como ya lo hemos hecho —afortunadamente— en temas de género, discapacidad o diversidad. Urge que capacitemos a nuestros equipos, que incorporemos a personas mayores como fuentes legítimas de información, que dejemos de tratarlas como objetos de noticia y pasen a ser protagonistas de sus propias historias.
Cuidar el lenguaje es cuidar a las personas
La transformación cultural empieza en lo cotidiano. Y nombrar con dignidad es una forma concreta de construir una sociedad más justa.
Desde Costa Rica Mayor apostamos por una narrativa que afirme la autonomía, la sabiduría, la participación y la diversidad de las personas adultas mayores.
Porque sí, las palabras también envejecen. Pero nosotros podemos elegir cuáles conservar… y cuáles jubilar con urgencia.
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Eduardo Méndez, es Abogado, Máster en Gerencia Social y docente universitario. Es reconocido activista por los derechos de las personas adultas mayores. Desde el 2025 funge como director del diario digital www.costaricamayor.com