Un movimiento internacional promueve tratar la fragilidad en las personas mayores como una condición de salud abordable, no como una etapa inevitable de la vida.
Redacción | Costa Rica Mayor
San José, Costa Rica. 25 de junio de 2025. Contrario a la creencia común de que volverse más frágil es una parte normal del envejecimiento, un movimiento internacional de expertos y profesionales en salud está promoviendo una visión distinta: la fragilidad es una condición prevenible y tratable. Esta nueva perspectiva, respaldada por una comisión global convocada por The Lancet, propone un enfoque clínico y de salud pública que aborde el fenómeno desde la prevención, la atención integral y el acompañamiento social.
La fragilidad, definida como una pérdida progresiva de fuerza, movilidad y resistencia que incrementa el riesgo de caídas, hospitalizaciones y dependencia, es una realidad para muchas personas adultas mayores en Costa Rica. Según datos del INEC y estudios del Estado de la Nación, aproximadamente un 24 % de los adultos mayores en el país presentan algún grado de limitación funcional, y cerca de un 20 % manifiesta problemas de movilidad o deterioro físico asociado al envejecimiento.
No obstante, especialistas en geriatría y gerontología insisten en que esta condición no debe entenderse como un desenlace inevitable. Al contrario, puede ser detectada a tiempo, retrasada e incluso revertida con acciones concretas en el entorno familiar, comunitario y de los servicios de salud. Las claves son la promoción del ejercicio físico regular, una alimentación adecuada, la vigilancia médica oportuna y el acceso a programas de apoyo emocional y social.
“El abordaje de la fragilidad debe dejar de ser reactivo y convertirse en una prioridad preventiva en los servicios de salud del país”, señalan médicos del Hospital Geriátrico Blanco Cervantes, que ya implementa protocolos de detección temprana y rehabilitación funcional con adultos mayores en riesgo.
Este cambio de paradigma tiene importantes implicaciones para las políticas públicas y los programas sociales. En Costa Rica, donde se estima que para el año 2050 una de cada tres personas será mayor de 60 años, incorporar un enfoque preventivo de la fragilidad podría reducir significativamente la carga sobre los servicios hospitalarios y de cuidado a largo plazo. También permitiría a más personas mayores mantener su independencia y calidad de vida por más tiempo.
En este contexto, se vuelve urgente fortalecer la atención primaria con herramientas de detección precoz, capacitar al personal de salud en geriatría comunitaria, crear espacios seguros y accesibles para la actividad física, y fomentar entornos inclusivos que promuevan la autonomía. Reconocer los primeros signos de fragilidad —como pérdida de peso, fatiga persistente, debilidad muscular o caídas frecuentes— puede marcar la diferencia entre una vejez dependiente y una activa.
Envejecer no tiene por qué ser sinónimo de deterioro. Esta nueva visión nos invita a mirar la vejez con responsabilidad colectiva, dignidad humana y compromiso preventivo, reconociendo que aún en la adultez mayor es posible vivir con energía, autonomía y sentido.